Autobús

Tuesday, July 13, 2010

La euforia del espanto: la pintura de Francis Bacon (Parte 1)


Si hubo un pintor que supo representar desgarro, angustia existencial, descenso y deseo, ese fue Francis Bacon, artista extraño y de un mundo personal tan perturbador que su obra es imposible de ser contemplada sin sentir un estremecimiento, a medio camino entre la fascinación y el espanto.

Nació en 1909 en Dublín, Irlanda. Vivió de cerca la Primera Guerra Mundial y la Guerra Civil Irlandesa. Pasó su niñez entre su ciudad natal y Londres. Hijo de un militar autoritario criador de caballos y perros, sufrió desde pequeño de asma, producto de la alergia hacia los caballos. Debido a la enfermedad y a los constantes viajes de la familia, su educación se verá afectada y tendrá que completarla con clases particulares. Mantuvo una conflictiva relación con su padre, agravada por el desarrollo de la atracción sexual hacia este y al descubrimiento de sus inclinaciones homosexuales (es descubierto probándose la ropa de su madre), lo que le costaría el alejamiento de su familia.

Hacia Berlín y París

Viaja nuevamente a Londres y de ahí a Berlín en donde conoce la vida bohemia y los mundos de libertad sexual de la República de Weimar, que por aquel entonces artistas como Otto Dix y Goerge Grosz plasmaban en sus cuadros. Eran los tiempos de una corriente revolucionaria que se conocía como Nueva Objetividad. El joven Bacon se deslumbra su vez por “El Grito” de Munch y la película el “Acorazado de Potemkin” de Eisenstein. Por entonces no tiene pensado dedicarse al arte. Trabaja como decorador de interiores y diseñador de mobiliario.

Sus tres meses en Berlín, con tan solo 19 años, serán fundamentales. Sin embargo, será recién cuando entre en contacto con la pintura de Picasso, durante su visita a Francia, que se sienta el deseo de ser pintor. Por entonces el surrealismo vive un momento de apogeo en Francia. “El Perro Andaluz” de Buñuel le confirma el camino revulsivo hacia donde dirigir su arte, así como mucha de la fotografía surrealista. Sus primeros trabajos combinan sus dos referencias más inmediatas: la Nueva Objetividad y el Surrealismo. Es en ese momento un aplicado alumno y aun faltará un poco para que descubra su verdadera voz.

Londres y la Crucifixión

Su retorno a Londres, en compañía de su mecenas (y amante) el pintor Roy de Maiestre, marcará ya el inicio de su trayectoria como artista. Lamentablemente muchos de sus primeros cuadros como “Mujer a la luz del sol”, y la del cuerpo inerte de un cristo vendado sobre una mesa, son destruidos posteriormente por el artista. Una “Crucifixión” que el crítico Herbert Read incluyó en su libro “Arte hoy: introducción a una teoría de la pintura y escultura moderna” (1933) le permitiría difundir su obra entre un círculo selecto y aspirar así a un mayor reconocimiento. El tema de las crucifixiones lo aprende de Maestre, quien venía haciendo variaciones de la Piedad y demás cuadros de tema religioso, sin embargo no era el tema religioso, como el propio Bacon señalaría con el tiempo, lo que le atraía, sino la idea de un cuerpo suspendido en lo alto.

Para entonces la Segunda Guerra Mundial ha estallado. Bacon alquila un perro pastor alemán con el que pasa la noche. Al día siguiente un ataque de asfixia evita que sea enlistado. Se refugia en una campiña y empieza a pintar nuevamente. Y serán las imágenes de guerra, tanto las fotografías y los noticiarios las que se conviertan en su principal influencia. Estas empiezan a ocupar un rol importante en su pensamiento y más adelante en su obra. Inicia el estudio de la fotografía victoriana de Edgard Muybridge, en los que dicho autor investiga los movimientos de luchadores, animales, etc. Bacon reconocerá que la fotografía fue su principal escuela pictórica.

De este periodo del artista (década del treinta) quedan pocos cuadros, pues como dijimos el artista destruyó prácticamente todos, salvándose únicamente aquellos que habían sido adquiridos comprados, algunos de estos son: “Herida para una crucifixión”, “Figura en un paisaje”, “Figura en un jardín”, “Interior de una habitación”, “Rincón del estudio”, etc.

En 1940 fallece el padre de Francis Bacon y eso le genera un estado de libertad. El padre le deja una herencia lo que revela que las relaciones entre ambos no fueron tan ásperas, pese a todo. Como consecuencia su hermana sufre de una parálisis y dicha enfermedad motiva diversas reflexiones en el artista, se pregunta por las relaciones entre el cuerpo paralizado y la mente. Por esa época en Londres se han formado diversos movimientos artísticos, que tienen como tema los conflictos bélicos: están los Neorrománticos y los Unite One, Bacón estará muy cercano a los primeros, aunque su trabajo se diferencie por no usar el tema bélico en un sentido literal. Hace amistad con artistas como John Minton y Lucien Freíd, este último tendrá un rol especial en la obra y vida de Bacon.

Será con la obra “Tres estudios de figuras junto a una crucifixión”, expuesta en 1945, un mes antes de la rendición nazi, que Francis Bacon inicie en su real dimensión su trayectoria artística. Será esa obra la que determine el rumbo de sus trabajos y sintetice sus obsesiones y terrores. Masson y Max Ernst aparecen como figuras tutelares de un insólito surrealismo que desfigura y articula cuerpos y pone bocas rugientes sobre superficies de las que poco podemos inferir, salvo que estos conglomerados de materia viviente nos ahuyentan, gritan desde su mundo, con dolor y rabia, nos alertan de su presencia. Es el resultado también de una época de pos guerra, de Hiroshima, de las que Bacon no está ajeno: se diría que es un obseso total de las imágenes bélicas que la prensa difunde y las consume con extraño placer: explosiones, cuerpos mutilados, etc. Bacon pinta y luego destruye cuadros de tema bélico, pero el horror de la época está presente. “Pintura” (1946) es su primera obra maestra: la guerra, la carne muerta y el dictador, tres de sus obsesiones, en una misma escena que luego de verla, se fijan en nuestra memoria para siempre.


Luis Alvarado

Monday, December 14, 2009

Extramuros

He abierto un nuevo blog. Como recuerdan estuve colgando algunos discos aquí pero de pronto sentí que la idea podía ser más compleja así que decidí abrir una nueva bitacora que he llamado Extramuros. Allí estoy subiendo discos peruanos, casettes, cdrs, díficiles de conseguir y que quizá le interesen a todos los visitantes a este blog. Los invito a visitar Extramuros y no se preocupen ya pronto reanudo este Autobus como debe ser.

Tuesday, August 04, 2009

Voces

Mientras voy haciendome un tiempo para volver nuevamente a este mundo de html quiero dejarles este link y una invitacion a asistir este viernes a la gran inauguracion de "Inventar la voz".

mas información aquí

Monday, March 23, 2009

Diane Arbus (final)


Dentro de poco les tendré noticias de un nuevo compilado de música experimental peruana que acaba de salir, armado por un servidor. Creo que ha quedado bastante bien. No he visto aún La Teta Asustada. He leído Tokio Blues de Murakami. Estoy escuchando mucha música psicodélica japonesa de los 60s. He visto el documental de Joe Strummer. Uno sobre Stockhausen (esa misma noche el destino quizo que estuviera cara a cara con un murcielago, ya relataré la anécdota). Ando metido en mil cosas. Sigo creyendo que Eielson es el más grande poeta visual que ha tenido el Perú. He vuelto a leer este poema de Lovecraft, es extraordinario. No fui a ver a Peter Gabriel. Iré a ver a Iron Maiden. Estoy comiendo mucha carne de alpaca. Pero tengo ganas de un ají de gallina. No esperaré mucho para satisfacer ese deseo. Aquí les dejo la segunda parte (final)de mi artículo sobre Diane Arbus.

DIANE ARBUS Y EL SHOW DE LOS ANORMALES (Parte final)

En los 60s Diane Arbus se convirtió en una artista de culto, gracias a sus retratos de freaks, nudistas, travestis y demás seres excéntricos. A continuación repasamos el que fue el periodo de mayor esplendor de su trayectoria.



Diane Arbus tenía la teoría de que la contemplación de seres excéntricos era una cura contra la melancolía. Eso le dijo a Joseph Mitchel, el autor de “Mc Sorley’s Wonderful Saloon”, un periodista que se había encargado de documentar la vida de cuanto freak se le cruzara por el camino. Para Arbus sus investigaciones resultaban estimulantes y una buena guía en su búsqueda de personajes a retratar.

La maga de lo extraño

Convencida ya de sus obsesiones, Diane Arbus se convirtió en toda una cazadora de lo insólito. El propio Mitchel le había advertido del cuidado de romantizar a los excéntricos y freaks pues podían ser tan aburridos como la gente normal. Pero quizá ahí radicaba la diferencia entre Diane Arbus y el burdo sensacionalismo. Para Arbus se trataba de no exaltar la diferencia del personaje sino más bien de mirar a ese personaje en su normalidad, no de adaptarlo a su mundo, sino de adaptarse ella al suyo, de modo que lo que nos sorprende en sus imágenes es esa cotidianidad que capta en lo distinto. Tiene mucho que ver con la estrategia que usaba la propia Arbus bien definida por su biógrafa Patricia Bosworth: “los hacía posar como si fuese a pintarlos al oleo para fotografiarlos como quien toma una instantánea”. Tenía una capacidad innata para la seducción y procuraba en lo posible de crear el clima de confianza suficiente para que estos se descubran como son. No podía fotografiar sin tener el consentimiento del otro. Su técnica consistía también en el uso del marco cuadrado, el enfoque directo con flash, con un estilo clásico y aparentemente simple.



“La mayoría de la gente vive en el temor de tener una experiencia traumática. Los monstruos nacen con traumas y pasan la prueba de la vida. Son aristócratas” declararía alguna vez la artista. Esa aristocracia era lo que le fascinaba. Esos seres especiales de algún modo representaban una forma de libertad, que era quizá lo que nunca tuvo Diane, quien siempre vivió afectada por el miedo. Sus constantes depresiones, más aún luego de la ruptura con su esposo Allan, se incrementaban y era únicamente la fotografía y la idea de aventurarse por las calles, en busca de algún personaje, lo que le daba cierta tranquilidad.

The identical twins

Entre algunos de sus retratos más célebres se encuentran la del enano mexicano Morales, quien yace recostado sobre una cama, desnudo cubierto de una sabana y un sombrero. La imagen es de una sordidez espectacular. De igual modo la del gigante judío Eddie Camel, a quien fotografíó entre 1962 y 1970. Gastó cientos de rollos hasta que un día pudo retratarlo junto a sus padres y captar la expresión atónita en los ojos de la madre ante su propio hijo. Pero no sólo los personajes con anomalías físicas le interesaban sino también aquellos que tenían algún tipo de trastorno de personalidad o sexualidad compleja. Diane se volvió una virtual adicta a retratar hermafroditas, travestis y transexuales, y en eso fue pionera, mucho antes que las drag queens de la Factory de Andy Warhol se volvieran iconos de la contracultura neoyorquina de fines de los 60s. Arbus venía haciéndolo, siguiendo el ejemplo de las fotografías que Brassai había hecho en los 40s. Pero quizá no haya foto que mejor exprese la sensibilidad de la artista que su famosa imagen de las niñas gemelas Rossel. La foto capta la expresión distinta de dos personajes que por un momento nos parecen el mismo. Como si contempláramos una personalidad que de pronto se bifurca o se desdobla. Allí está reflejada la fijación de Diane por lo contradictorio. El director de cine Stanley Kubrick se basó en dicha fotografía para crear la imagen de las hermanas en su película El Resplandor. El tema de los niños fue también recurrente en la fotografía de Arbus, la más paradigmática es aquella del niño jugando con una granada de juguete.



New Documents

Es la década del 60 en Estados Unidos. Diane participa de las marchas en contra de la guerra de Vietnam. Es admirada por muchas feministas que ven en ella a una mujer que no oculta sus placeres, que asume su sexualidad de una manera libre, que no tiene miedo de hablar del tema. Diane con su obra era el signo de una nueva etapa en la fotografía documental, que llegaría a su momento de esplendor con la exposición “New Documents”, que John Szarkowski presentaría en 1967 en el Museo de Arte Moderno de Nueva York. Allí se exhibió una treintena de fotografías de Diane Arbus, sus freaks, nudistas, travestidos y demás seres excéntricos despertaron sentimientos encontrados entre el público. Quienes mejor recibirían esas imágenes serían los hippies que veían en esa marginalidad un retrato de ellos mismos. Poco tiempo después le pedirían a Diane un encargo para retratar hippies, a lo que ella se negó. Su visita a San Francisco le había resultado aburrida.


La radicalidad de Diane la convirtió en un ícono. Al mismo tiempo que, por su radicalidad, sus fotos se volvían peligrosas y los editores dudaban en publicarla. Era difícil para un fotógrafo mantenerse dentro de un contexto de tanta competitividad, como el neoyorquino. Diane tuvo que probar otras alternativas a fin de sobrevivir. Una de ellas fue la de enseñar. Dio una clase maestra, conocida como “La última clase”, que impresionó a una joven generación de fotógrafos.

La última cena

El 26 de julio de 1971 Diane Arbus se suicidó. Tenía 48 años. Se había cortado las venas en su bañera. En su diario había escrito “la última cena”. Ni el reconocimiento obtenido, ni los nuevos encargos fueron suficiente estímulo para vencer sus constantes cuadros de depresión. Para entonces ya había puesto al desnudo a Nueva York, a sus personajes. Había conseguido mostrar con una perturbadora normalidad aquello que nos resulta extraño y con ello hizo de la fotografía una herramienta de descubrimiento, de revelación psicológica. Sus personajes abren un mundo secreto, que al ser contemplado nos obliga a ser también parte de él, nos interpelan. La obra de Diane Arbus nos ha legado esa conmoción que se halla en el acto de mirar: una sensación ubicada entre la revelación y el sobrecogimiento.

Friday, March 20, 2009

Diane Arbus (uno)



Como saben algunos desde hace unos meses estoy, es poco decir, obsesionado con Diane Arbus. Sus fotos, sus inquietudes, sus obsesiones, no dejan de asombrarme. Escribí un extenso artículo sobre ella para el suplemente Universo, del diario La Industria, de Chiclayo, como no tiene una versión web, les dejo aquí el texto (en su primera parte) a modo de breve introducción al mundo de Diane.

DIANE ARBUS Y El SHOW DE LOS ANORMALES (Primera parte)

Diane Arbus es una de las representantes más importantes de la fotografía norteamericana de fines de los 50s. Alcanzó su madurez en la década del 60. Y ha legado para la posteridad algunos de los retratos más célebres que existen de diversos personajes del arte, la literatura y el espectáculo. Pero es ante todo conocida por sus perturbadoras imágenes de prostitutas, travestis, enfermos mentales, enanos, etc. Toda una gama de personajes disfuncionales que se volvieron su principal obsesión.



Quizá no hay fotógrafo cuya vida condense tan bien el sentido mismo de su obra, como Diane Arbus. Rodeada de una aureola sórdida y a la vez melancólica, sus temerarias aventuras en busca de personajes para su propia galería personal de lo anormal, la han convertido en una figura de culto. Un paradigma del fotógrafo que se involucra con sus retratados, al punto que los encuentros sexuales y la vida al borde de la indigencia eran válidas con el fin de calmar su ansia escalofriante por captar todo aquello que cruce el límite de lo socialmente aceptado.

Diane Arbus nació un 14 de marzo de 1923, en la ciudad de Nueva York. Y se quitó la vida un 26 de julio de 1971 en la misma ciudad que retrató crudamente. Creció en el seno de una familia de inmigrantes judíos, dueños de unos almacenes textiles. Su infancia fue cómoda y casi irreal. Su biógrafa, Patricia Bosworth, escribiría de ella: “Al igual que Alicia (En el país de las maravillas), Diane se preguntaba constantemente qué era normal y qué no lo era: ¿qué era animal y qué humano? ¿qué era verdadero y qué fruto de su imaginación? Y nunca se sintió segura al respecto.”

Gran artista triste

Desde pequeña manifestó una gran vocación por los estudios y por el arte, pero optaría por no seguir ninguna carrera universitaria para sorpresa de su familia y profesores. Diane era especial. Un personaje taciturno, misterioso.
Enamorada perdidamente de un joven aspirante a actor, Allan Arbus, contraería matrimonio conél apenas terminada la escuela. Y ahí es cuando empieza una nueva vida para ella.
Sería el mismo Allan quien la introduciría en el mundo de la foto, oficio que este había aprendido durante el servicio militar. Gracias al negocio familiar, Diane mantenía algún vínculo con el mundo de la moda, y empezaría con Allan a hacerse de un lugar fotografiando modelos para revistas. Aquel sería sin embargo un periodo de aprendizaje, Diane aún estaba apegada hacia la idea del “instante decisivo” de Cartier Bresson, y hacia un tipo de fotografía elegante, convencional, que más adelante alguien como Robert Frank se encargaría de romper.

Pero son los 50s, y es en la fotografía de modas y publicitaria donde todo fotógrafo encuentra su mejor fuente de ingresos. Es la época de oro de revistas como Vogue, Haper’s Bazaar, Life o Glamour. Brillan los nombres de fotógrafos como Martin Munskacsi y Richard Avedon, es el Nueva York de posguerra tan lleno de pompas, de bohemia, de jazz. Pero ese esplendor de las revistas, que podía incluso crear una visión del mundo, decaería con la llegada de la televisión.


Por otro lado está el desarrollo del periodismo gráfico y de una exposición fundamental llamada “Family of Man”, donde participaría Diane y Allan, y el ya mencionado Robert Frank, entre otras muchísimas luminarias. Es aquí donde surge el momento de inflexión en la fotografía de Arbus. Impresionada por el trabajo de Robert Frank, y a la vez por las lecciones de Brodovitch (“propónganse disparar algo problemático, no disparen por disparar”) y de quien sería su gran mentora, Lisette Model, Diane Arbus encuentra finalmente el impulso para desarrollar un lenguaje propio, una mirada personal, que es la que ha identificado su trabajo: esa fascinación por lo grotesco, por lo excéntrico, lo insólito y lo disfuncional.


Freak Show

Nueva York está viviendo por entonces un periodo de transición alucinante con la aparición de diversos artistas del Greenwich Village. Es el boom del expresionismo abstracto, de John Cage y su cofradía, de la poesía beat. Y Diane Arbus está metida en el ojo de la tormenta, aprendiendo, conociendo gente. Por entonces su relación con Allan se quiebra. Convertida ya en madre de familia, tiene que enfrentar un periodo de profunda depresión que intentará revertir entregándose en cuerpo y alma a la fotografía. La oportunidad de un trabajo encomendado por la revista Esquire de fotografiar Nueva York para una especial sobre la ciudad, hace a Diane entrar a fondo a ese mundo que le atrae. Así deambula por la ciudad en busca de alguna imagen que la perturbe lo suficiente, como para que valga la pena ser capturada. Fotografía cadáveres, el funeral de un perro, hombres en prisión. Pero el asunto va más lejos. Obsesionada con “Freaks”, la película de Tod Bronwning, empieza a retratar personajes circenses, tragaespadas alvinos, tatuados, enanos y de ahí fanáticas religiosas, pordioseros, prostitutas, travestis, enfermos mentales y demás personajes marginales por los que ella siente un apego casi enfermizo. Lo que la ha hecho célebre no es el interés morboso sino más bien el acercamiento tan natural que mantenía hacia todo tipo de outsiders. Diane buscaba involucrarse con el personaje a retratar, no bastaba sacarle una foto sino que debía indagar en su personalidad, tratar de mantener un vínculo tan intenso que el personaje terminaba revelando cierta complicidad. Es conocida la historia de haber pasado la noche con un pordiosero sólo para esperar que este le ofreciera la imagen que ella necesitaba. Diane buscaba la comodidad de sus retratados, su consentimiento. Buscaba en ellos lo que sólo ella podía ver, algo que sólo a ella le podían dar.

Saturday, March 07, 2009

Laurie Liptom



Imagino que a Noel Carrol, el autor del célebre "Filosofía del terror" podría encantarle el trabajo de Laurie Liptom, una artista que realmente puede provocar sensaciones escalofriantes, y hasta el mas duro y puro pánico. Sus dibujos tienen un tono inocente pero a la vez una cosa siniestra que perturba. Le gustan los muertos y los fantasmas. Liptom es fan convicta y confesa de Goya y Diane Arbus. Chequeen su web, hay muchos dibujos, y luego chequeen este videito. :)

Wednesday, February 25, 2009

Delicioso suicidio en grupo


Hace unos días me paseé por el virrey a ver que novedades había. Y vi ahí brillando como un diamante un nuevo libro de Arto Paasilinna, editado por Anagrama, llamado "La dulce envenenadora". Para mis castigados bolsillos el precio era exorbitante pero el comentario de la contratapa era tan atractivo que algo deberé hacer para hacerme de ese ejemplar. Quizá entrar a robármelo o suplicar me bajen el precio. Y/o esperar que el destino haga con él lo mismo que hizo con "Delicioso suicidio en grupo" : esperar que por circunstancias extrañas este caiga en mis manos.
Paasilinna ha sido un gran descubrimiento. Es un escritor finlandez muy conocido en su país y algo difundido ya en el mundo hispano. Es uno de mis escasos vínculos con la literatura finlandeza. Valga decir, es quizá mi único vínculo con la literatura finlandeza. Bueno, no del todo.
Todos los que ingresamos a la universidad a fines de los 90s, y que vivíamos prendiendole velas a Alejandra Pizarnik supimos por entonces, gracias a Renato Sandoval (que sabe hablar todos los idiomas), de la existencia de una poeta genial llamada Edith Sodergran. Por aquel entonces hubo además un ciclo muy importante en la Filmoteca, con películas de los hermanos Kaurismaki: ahí estaba el mundo de Finlandia. Un mundo que entró en mi cabeza con una película llamada "Zombie el tren fantasma". Que por más que lo he intentado no he logrado sacarme de la cabeza su aterrador final. Ni sus imágenes tortuosas y deprimentes, como esos días en los que todo sale mal y sin mucho escándalo, nadie se da cuenta. Creía que los finlandeces eran tipos muy tristes y muy modernos también. Luego vi a un grupo tocar en el auditorio de derecho de la Universidad. Eran unos finlandeces que hacían improvisación, esa experiencia sin duda ha marcado mi vida: fue la cosa más desconcertante que había visto (hasta ese momento), sentía que todo se estaba yendo al diablo, que los tipos había entrado a deprimirnos a todos, si tocaban era porque de alguna manera había que pasar el rato mientras estaban ahí y era tan tedioso, tan agobiante que la sala quedó vacía rápidamente. Mi mente se abrió muchísimo con esa experiencia, pero seguía confirmando mi idea de que los finlandeces eran tipos muy tristes. Luego empezó a llegar video arte finlandez a Lima. Luego me enteré de la movida de improvisación finlandeza y de grupos como Avarus y Anaksimandros y su aire de comuna anarquista viviendo en los bosques. No habían ahí muchas risas que digamos.
No por nada Finlandia tiene uno de los índices más altos de suicidio.
Entonces un día veo un libro de Arto Paasilinna. Me sucede lo mismo, el precio es exorbitante pero no puedo hacer nada, sólo lo deseo y lo deseo, y mi obsesión hace que un día el libro caiga en mis manos de manera inexplicable.
Y la sonrisa no para. Es un libro sumamente divertido. Es una pequeña sorpresita, que me ha hecho pasar unos días de inmenso placer. Un par de suicidas coinciden justo en el mismo lugar y en el mismo momento en que deciden acabar con sus vidas. Dicho encuentro impide el suicidio de ambos y más bien los insta a sacar adelante una suerte de empresa suicida. Así se arma una convocatoria de suicidas, se realiza un seminario de suicidología, y en caravana este grupo ya organizado, planea quitarse la vida de una manera que sea legendaria. Cómo se va desarrollando la historia con tal de conseguir su objetivo es la acción principal. Pero en todo esto hay un sentido del humor alucinante, corrosivo, la seriedad absurda con la que es tratado el tema del suicidio en grupo termina siendo hilarante. Y hay toda una reflexión sobre el modo de ser finlandez. Algo vagamente me hizo pensar en Pantaleón y las visitadoras, por la manera tan seria en cómo se asumen las cosas, tan ordenada, y en cierto sentido tan rígida, que incluso para lo más terrible o lo más ridiculo la cosa no cambia, y eso habla de un modo de vida que también puede estar siendo reflejo de algo mayor, de un entorno o grupo social, de un ambiente, de algo que se respira y que está en nuestras venas. Eso no significa que los personajes aquí estén cortados con una misma tijera, todo lo contrario porque cada uno tiene una personalidad definida pero comparten algo, algo oscuro, un morbo que es escarapelante pero que Paasilinna sabe mostrar de la manera más delirantemente genial.
De verdad esta novela es una pequeña joyita. Si alguien quiere comprarse "La dulce envenenadora" con gusto podemos intercambiar. La experiencia ha sido muy grata.

Sunday, February 22, 2009

Músicas del Perú

Efrain Rozas ha ido ampliando poco a poco el horizonte de su programa radial y ha dado espacio a la difusión de diversos estilos musicales tanto de fusión, popular y experimental peruanos (por ejemplo, un especial de Andres Soto, otro del hip hop, una entrevista a Jaime Oliver, otra a Pauchi Sasaki, etc, etc, incluso a este humilde servidor).
Asi que los interesados no dejen de oirlo, va todos los jueves a las 10 a.m por Radio Filarmonía 102.7 FM. Y también pueden oir los programas en internet a través de esta dirección www.músicasdelperú.blogspot.com
Desde aquí nuestras sinceras felicitaciones a Efraín.

Tuesday, February 10, 2009

Pequeña



Terminé de leer el último libro de Mario Montalbetti. Es extraordinario. Eso me hizo revisar libros suyos anteriores, y así fui a dar con mi querida fotocopia de "Perro Negro, 31 poemas". Le tengo mucho cariño a ese libro. Allí está este poema, que me gusta mucho.



YA NO TE QUIERO, PEQUEÑA

Ya no te quiero, pequeña
Ahora amo a los caballos.

Mañana amaré a las islas
Y pasado será alguna ave.

(Tal vez en tres años
Te vuelva a amar).

Y luego serán las vacas
Pintas y luego serán
Los minerales –tu sabes, el
Cobre, el hierro, el-
Y luego serán las ciudades
(alguna que otra jirafa)
Y luego los puentes.

Antes un arcoíris que amarte, pequeña,
Ya no te quiero
Ahora amo a una mujer
Que disuelve sus cuerpos
En las lluvias de otoño
Iluminada/anudada/inundada
Por el neón brillante
Del poste de alumbrado público.

(Oh pequeña)
Ya no (te quiero
(Oh mujer)
Ya no te quiero

Sólo amo a las calles que me alientan
Hacia la noche mientras la noche
Ya no es noche sino mar y el mar
Tumba de sonámbulos océanos, licor



(La imagen de Balthus que ilustra este post se llama "Les beaux jours")

Monday, January 26, 2009

La puerta



Fue en una bienal de Lima donde vi por primera vez los trabajos de Liliana Porter, sus diminutas figuras de ceramica que se salían del papel o que querían entrar en él. Dos mundos hechos para no poder fusionarse, aun cuando los dos eran parte de una misma fantasía, ocurría que siempre un personaje se salía de la ficción del papel y/o del cuadro y hacía visible su pequeña soledad.
Figuritas solitarias en la imensidad de la hoja blanca, expulsados de una fantasia hacia otra un poco triste. Figuritas que también son como juguetes sobre un mundo inventado con sus respectivas fricciones.
Buscando en la red encontré estas imágenes de Liliana Porter. Uno no puede menos que adorarla.