Friday, June 09, 2006

VAE 10


Ayer se inició el Festival de video arte electrónica, en su edición 10, con la inauguración de una muestra de Michael Snow y un concierto del grupo francés Sensor Sonics Sights. Los franceses tuvieron una performance muy buena, aunque por el marco de la situación (una inauguración ataviada como siempre de vodka, whisky, bocaditos, etc—unos carpachos deliciosos) resultaba un poco incómodo apreciarlos.
La propuesta de SSS era interesante pues trabajaban con theremins y sénsores en general con los que iban creando el sonido a través de los movimientos que Cecile Babiole y Laurent Dailleau iban haciendo con los brazos, como si estuvieran parados sobre una cuerda de equilibrista o una tabla de surf. Era una suerte de música móvil o cinética, la música como un ejercicio muscular, que existe como reflejo de un movimiento, de la misma manera generaban las imágenes que se proyectaban sobre dos pantallas. El resultado, por su naturaleza de alguna manera aleatoria, tendía a la abstracción, a la disonancia y la búsqueda de texturas. Tuvo una sección muy intensa y noise que realmente disfruté muchísimo. Muy buenos.

Michael Snow andaba por ahí. Y me parecía un hecho insólito. Barney hace unos días y ahora el propio Snow paseándose por el Museo de arte con una sonrisa que le iba de oreja a oreja.
Michael Snow (Canadá-1932) es uno de los artistas más importantes de las vanguardias en los años 60s (década en la que dicho artista estuvo asentado en Nueva York). Es además uno de los pioneros del video arte y en general uno de los directores más influyentes del cine experimental, sobre todo por su famosa película “Wavelenght”.
“Obras de luz y tiempo” es una instalación que presenta una serie de trabajos como Little Wal (1964) Solar Breath (2002), Couple (2002), Triage (2004), Observer (2002), Line drawing with synapse (2003), Video fields (2002) y Sheploop (2001). La instalación busca alterar las percepciones a través de los desfases temporales que se generan con el uso de cámaras de circuito cerrado en falso tiempo real.
Michael Snow dictará una conferencia el domingo 11 de junio a las 3.00 pm en el Museo de Arte y se proyectarán “Corpus Callosum” (2001) y la célebre “Wavelenght” (1967). El ciclo sobre la obra de Snow continúa el sábado 17 y el domingo 18.
Por otro lado, hoy, en el centro Cultural Ccori Wasi de la Universidad Ricardo Palma se presentan tres trabajos del artista finlandés Jani Ruscica, bajo el título de “Contrapuntual”, una artista visual que explora también en las posibilidades del sonido “como medio de navegación e identificación”.
Son muchas las actividades y los artistas que estarán presentes durante el VAE, ya les iré comentando más en lo sucesivo, de todas maneras pueden ver la programación ingresando a la página del festival. Sólo un dato más, el reconocido crítico de arte y teórico de nuevos medios, el español José Luis Brea, viene también al Vae y dictará un par de conferencias el lunes y martes de 4 a 7 pm, previa inscripción.

La ingrata memoria


En una reciente edición de la revista española Lápiz aparece un artículo sobre el estreno en el Guggenheim de “Seven Easy Pieces”, obra de la performer Marina Abramovic que consiste en la recreación de diversas piezas clásicas del performance art. Lo interesante del asunto es que dicha obra da pie al crítico para reflexionar sobre la naturaleza de la performance como hecho irrepetible, y sobre el valor que en ese sentido ha adquirido el documento (sea registro de video o foto) de las mismas, al punto de generarse una confusión documento/obra. Así el crítico en cuestión llega a afirmar que no debe precipitarse la conclusión de que toda performance debe ser documentada ni toda acción historizada.
Si bien hay todo un negocio entorno a esto (lo que puede valer por ejemplo un video de alguna perfomance de los accionistas vieneses, una camisa con sangre, etc), lo cierto es que el fetichismo por el documento ha cobrado por estos tiempos de reciclajes y revivals, de retornos y redescubrimientos, una presencia muy grande y un eje de reflexión importante.
Av Lima es en ese sentido un caso interesante de intento de documentación sobre performances hechas en Lima. Sólo que aquí el fetichismo, más que en un culto al objeto físico se basa mas bien en la obsesión por la memoria, en la necesidad no de confundir documento con obra sino simplemente de evitar el olvido.
Av Lima es un proyecto blogger que ha emprendido Omar Lavalle, un poco conocido pero notable músico electrónico peruano que está muy vinculado con la actividad artística local, tanto de danza como de performance.
El blog documenta diversas performances que fueron realizadas en el marco del Taller de montaje e intervencion urbana - teatro de movimiento que estuvo dirigido por Jose Ruiz Subauste y la composici{on musical y direción de video por Omar Lavalle.

Omar Lavalle ha editado de manera on line un single a través de Arte Sonoro, una interesante página con formato de blog que busca ser una central para la difusión de artistas sonoros hispanoamericanos. Pueden descargar de allí el disco de dos temas con su portada. Omar editó también un cd hace un par de años que círculo casi de manera clandestina entre amigos y allegados y que esperamos pronto pueda tener una edición de mayor tiraje o mayor difusión. Los interesados en escuchar más de la música de Omar y contactar con él pueden entrar a este blog.

Sobre Drawing Restraint 9


Ver un trabajo de Mattew Barney no es algo que podamos hacer todos los días. Cuando este artista hace un film estos no se mueven por el circuito comercial de cine sino que se integran a sus megaproyectos artísticos como el Cremaster, a los cuales hay que peregrinar para verlos en toda su dimensión (un dvd que se editó hace un tiempo, sobre Cremaster3, apenas muestra un fragmento de todo un conjunto multimedia que comprende la megaobra), eso si es que las circunstancias de la vida te permiten costearte el viaje hacia alguna importante bienal del mundo donde se esté presentando, y si es que se está presentando. De ahí que si por esas cosas de la vida se anuncia que en Lima se verá un trabajo de Mattew Barney, pues es una oportunidad que simplemente no te la puedes perder. O la ves o la ves o ya fuiste (aunque leyendo la página de Luis Lama en Caretas, este asegura que muchos trabajos de Barney están disponibles en el emule, no sé si será verdad, pero los que ya lo hayan comprobado por favor envíenme un mail para posibles intercambios).
Bueno, pude ver hace unos días Drawing Restraint 9, el más reciente trabajo que Mattew Barney ha realizado y que tiene como atractivo principal la de contar con Bjork (actual pareja del artista) como actriz principal compartiendo roles con Barney. Bjork como es de suponer se ha encargado de la elaboración de la banda sonora.

La película fue estrenada en cinta de 35 mm, en una única función hace unos días en el Centro Cultural de España, gracias a las gestiones de Sibylle Castelain y el auspicio de ATA y la Fundación Telefónica.

Es muy difícil hablar de Drawing Restraint 9 sin caer en generalidades. Al verla percibí una intención de fondo de querer conseguir la metáfora absoluta, total, una que no parece admitir la reducción a un solo aspecto o perspectiva, una de esas ideas iluminadas que parecen sintetizarlo todo. Uno podría decir de la película que es una metáfora y reflexión sobre el amor, la muerte, la creación, los fundamentalismos, el cuerpo, el futuro, el placer, la memoria, la vuelta al caldo primitivo, la vuelta al vientre materno, la naturaleza, etc, etc. Todas las anteriores. O quizá ninguna.
Y en eso radica lo fascinante de Drawing Restraint 9, en esa crisálida de significaciones posibles y en el misterio como experiencia absolutamente visual o cinematográfica (si es que es posible hablar de cine en un artista que no utiliza ni se mueve en un entorno cinemero, más allá de usar, al igual que un director de cine, cinta de 35 mm) lo que sostiene las dos horas y un poco más que dura el film.
La última hora de la película, momento en el que Barney y Bjork, al interior de un buque ballenero que se desplaza en un mar prístino y celeste, y en medio de un ritual japonés en el que vestidos cual geishas inician un violento, conmovedor y fascinante proceso de transformación marina, debe ser la experiencia visual más hermosamente perturbadora que debo haber tenido desde que vi la sanguinaria Organ. Y es que, como bien me decía un amigo, es posible descubrir cierta sensibilidad que hermana la película con algunas obras maestras del cine gore japonés, esa obsesión por hacer de la carne el soporte para un carnaval quirúrgico, en donde cierta actitud catatónico-contemplativa ofician como marco emocional. Una frialdad que antepone lo estético a lo real, que hace del delirio la premisa básica desde donde el cuerpo reacciona: bienvenidos los destajos, la carne abierta, la profundidad, el exceso, la salpicadura.

No negaré que al salir de la sala estaba flagelado en mis antenas sensitivas pero a la vez me atrapaban muchas dudas sobre lo que había visto. ¿Era acaso una suma de imágenes bonitas que en el fondo no querían decir nada? ¿Era sólo el regodeo por lo repulsivo lo que me distraía de un posible cripticismo tramposo de la película? ¿Era que había más cosas allí ocultas pero llegaban con interferencia hasta mí? Pero de ser asi ¿Por qué no podía quitarme tantas imágenes de la cabeza, qué misterio había en la película? ¿Qué había cambiado en mi?
Sólo puedo decir lo mismo que un blogger cinéfilo dijo sobre otra película memorable: “me hirió en algún lugar pero no sé exactamente donde”.